El pasado celta de Galicia es conocido: hasta esta esquina de la Península Ibérica llegaron diferentes pueblos celtas durante la Edad de Hierro, antes del año 1.000 A. C. y se establecieron en diferentes puntos de lo que hoy conocemos como Galicia. Algunas de las leyendas gallegas más antiguas tienen su origen en los celtas, como la de Breogán, el rey celta que habría fundado las ciudades de A Coruña y Betanzos según esas historias legendarias. Pero los celtas se esparcieron también por Lugo, Ourense y Pontevedra, dejando tras de sí múltiples restos de su paso. Uno de ellos es el yacimiento de Castromao, en las inmediaciones de Celanova, que hoy se sigue estudiando para conocer parte de la historia de la presencia celta en Ourense.
Castromao, una impresionante fortificación celta
Los castros eran poblados fortificados que se construyeron con la llegada de los pueblos celtas al noroeste de España al final de la Edad de Bronce y, sobre todo, con la Edad de Hierro, a partir del año 1.200 A.C. Estas fortificaciones servían para resguardarse del ataque de tribus y grupos rivales, por lo que casi siempre estaban ubicadas estratégicamente en altura, ya fuera en colinas o promontorios desde donde fuera sencillo dominar los alrededores para no verse sorprendidos y, en caso de necesidad, poder defenderse con ventaja.
Uno de esos castros celtas es el que se encuentra muy cerca de la ciudad de Celanova, apenas a 30 kilómetros de Ourense. Aunque hoy apenas queda nada en pie, en el yacimiento arqueológico de Castromao se conservan algunas de las características más comunes de los castros: se construyó a 732 metros de altitud en un monte que hoy llamamos Santa María de Castromao, tenía una muralla defensiva, que en este caso alcanzaba los 485 metros de longitud, además de un foso o terraplén para que fuera casi imposible el acceso al intruso.
De su estudio conocemos que la zona amurallada tenía casi 20.000 metros cuadrados, lo que da una idea de su magnitud. De este a oeste medía algo más de 250 metros, mientras de norte a sur ocupaba casi 220 metros y en su interior había más de 70 construcciones. Debió construirse algo después de otros castros gallegos, en torno al siglo VI antes de Cristo, aunque fue ocupado también durante la época en la que el Imperio romano dominó la Península Ibérica, más de siete siglos después.
Esos siete siglos de ocupación continuada hacen del Castro de Castromao uno de los referentes más importantes en cuanto a las construcciones de este tipo, no solo en Galicia, sino en lo que hoy es España y Portugal.
De los celtas a los romanos
El objetivo de los castros era defenderse y, por tanto, su construcción seguía unas especificaciones para que a los posibles atacantes les resultara lo más difícil posible el acceso. Por eso, la gran mayoría de estos recintos fortificados contaban con un recinto superior llamado ‘croa’ y, debajo, una serie de construcciones que podían estar separadas por murallas, fosos, etc. Además, y dependiendo del castro, había unas zonas llamadas ‘antecastros’ que debían estar dedicadas tanto a guardar a los animales como a cultivar los huertos. También estaban protegidos por murallas pero, en este caso, no tenían viviendas alrededor.
En el caso del Castro de Castromao existe la croa y el resto de construcciones, aunque cuanto más alejadas están del epicentro de la fortificación, presentan más romanización. Eso significa que fueron utilizadas durante la época romana, por lo que estos acomodaron la construcción a sus usos y costumbres.
Una pieza de bronce fechada en el año 132 después de Cristo ha permitido conocer que en Castromao vivió el pueblo de los ‘Coelernos’, del que se conocía que había estado en el noroeste de Portugal, pero ahora también se sabe que vivió en Gallaecia. Ese pueblo firmó con los romanos un acuerdo de hospitalidad y lo certificaron en esa tabla, conocida como ‘Tabula Hospitium’ y donde se puede leer en latín: “Siendo cónsules Gneo Julio Augurino y Gneo Trebio Sergiano, los Coelernos de la Hispania Citerior y del convento de Braga hicieron un pacto de hospitalidad con Gneo Antonio Aquilino Novaugustano, prefecto de la primera cohorte de los Celtíberos con sus hijos y descendientes. Actuó como legado Publio Campanio Gémino”.
Aunque hay referencias modernas de Castromao desde el siglo XIX, no fue hasta 1963 cuando se comenzó a excavar la zona para delimitar el antiguo castro. Así se encontró esa Tabula Hospitium, pero también otra joya que se encuentra en el Museo Provincial de Ourense: el ‘Trisquel Calado de Castromao’, el único trisquel completo que se ha hallado en Galicia y cuya excepcionalidad se confirma con la existencia de solos dos ejemplares completos en Portugal. Los expertos alternan en opiniones sobre la funcionalidad de estas decoraciones ya que mientras algunos apuntan a que estaban destinadas a dejar pasar la luz exterior, otros creen que su función era simplemente decorativa y que se trataba de antiguas celosías.
Conocer la antigua historia de Ourense y de Galicia es vital para entender quiénes somos hoy en día y el yacimiento de Castromao fue uno de los asentamientos más antiguos de la provincia, por lo que bien merece una visita. Si, además, queremos aprovechar esta escapada para alojarnos en alguno de los balnearios Caldaria, tanto el de Lobios, al sur de Celanova, como los de Laias, Arnoia y Abadía nos recibirán con los brazos abiertos para que disfrutemos de sus instalaciones y los beneficios de las aguas termales.