A Guarda es un enclave privilegiado ubicado en la comarca del Bajo Miño: no solo es el punto más meridional del oeste de Galicia, sino que también es la frontera con Portugal gracias al Miño y la salida natural al Océano Atlántico. Esa estratégica situación a llevado a que esta zona sea uno de los destinos turísticos más importantes de toda la región, ya que aquí confluyen intereses arqueológicos y paisajísticos. Y mucha ‘culpa’ de la atracción que ejerce este lugar la tiene el Monte de Santa Tegra, uno de los tesoros de A Guarda.
O Castro de Santa Tegra
El Monte de Santa Tegra (o Santa Tecla, en castellano) es, sin duda, la mayor atracción de A Guarda. Pero, sobre todo, destaca el castro o citania, una ciudad fortificada que era común entre los pueblos que habitaban en el noroeste de la Península Ibérica antes de la llegada de los romanos. Se trata de un enorme yacimiento arqueológico que ocupa aproximadamente 20 hectáreas, aunque solo está excavada una pequeña parte.
Sus orígenes están documentados en el siglo IV a. C. y se cree que llegó a tener entre 3.000 y 5.000 habitantes en su punto de máximo esplendor, justo antes de la llegada de los romanos. Pertenecían a la tribu de los Grovios, un pueblo galaico prerromano que continuó existiendo después de la llegada de las fuerzas romanas, y destacaban por una economía agraria y unas construcciones similares en tamaño, lo que lleva a pensar que se trataba de una sociedad de carácter igualitario.
Como todos los castros, el de Santa Tegra también tenía su muralla. Sin embargo, apenas carecía de cimentación y se usaba simplemente para marcar los límites del pueblo, lo que quiere decir que los Grovios eran un pueblo pacífico. Hoy no queda ninguna de las antiguas cabañas en pie, pero se ha levantado una réplica exacta para que los visitantes puedan comprender cómo era una de estas casas hace más de 2.000 años. Todas coincidían en su forma circular y su pequeño tamaño, además de unas paredes de casi medio metro de grosor y un techado de forma cónica.
El fervor religioso del Monte Santa Tegra
Además de este impresionante castro, el Monte de Santa Tegra también tiene otros reclamos turísticos que merecen y mucho la pena. Uno de ellos es la Ermita de Santa Tegra, ubicada en el pico de San Francisco y cuya construcción se atribuye a una monja llamada Egeria. Se cree que fue una religiosa que peregrinó a Oriente y que, a su regreso, extendió la devoción por la santa entre los ermitaños de la zona.
Esta ermita fue construida a lo largo del siglo XII, aunque el aspecto que tiene hoy en día se debe a las reformas y posteriores ampliaciones que se hicieron durante los siglos XVI y XVII. Hoy sigue siendo un lugar de peregrinaje como lo fue hace siglos y muestra de su importancia son los sepulcros visigodos que se descubrieron en 1994 gracias a unas excavaciones arqueológicas.
Además, frente a la ermita se levanta un cruceiro que se ha fechado en el siglo XVI y que está dedicado a San Francisco, otro ejemplo del valor religioso de esta zona de Galicia. Y hay dos festividades religiosas que hay que remarcar: la primera es la Procesión del Voto, ya centenaria, que se celebra el último sábado del mes de agosto y en la que los fieles recorren un moderno Vía Crucis que ha sustituido al antiguo, mucho más sencillo; la segunda, la romería en honor a Santa Tegra que tiene lugar cada 23 de septiembre.
Qué ver en A Guarda y el Monte Santa Tegra
Por si todo esto fuera poco, el Monte Santa Tegra tiene más que ofrecer. No se puede uno marchar sin subir hasta uno de los varios miradores existentes. Destacan dos por encima de todos: el Pico del Facho, situado a 328 metros de altura, es perfecto para disfrutar de una panorámica sobre el valle de O Rosal, el casco urbano de A Guarda y el puerto pesquero. Por su parte, el Pico de San Francisco es, con 341 metros, el punto más elevado del Monte Santa Tegra y ofrece las mejores vistas sobre la desembocadura del Miño y el islote de A Insua.
Ya en A Guarda, te recomendamos perderte por las calles del centro para visitar el ayuntamiento antes de bajar al puerto. Desde allí, podrás tomar una de las rutas que, a través del paseo marítimo, permiten disfrutar del paisaje antes de desembocar en una de las cinco playas de la zona.
Y, por supuesto, hay dos fechas en las que merece la pena visitar A Guarda: la primera, en el primer fin de semana de julio, es la Fiesta de la langosta, una de las ferias gastronómicas más importantes de Galicia; la segunda, As Festas do Monte<s, en la segunda semana de agosto, terminan con una subida al Monte Santa Tegra. Dos citas perfectas para conocer uno de los lugares más especiales de toda la región.