Imagínese un pueblo redondo, con forma de cazuela, en el que el perímetro esté formado por grandes paredes y acantilados. Imagínese después que en el medio de ese pueblo hubiera un volcán que podría erupcionar en cualquier momento. E imagínese por último que ahí vivan 200 personas, en uno de los destinos termales más exóticos del mundo. Es la isla de Aogashima, en Japón, y te invitamos a conocerla en este pequeño acercamiento.
Aogashima, o cómo es la vida dentro de un volcán
Bath, en Reino Unido, Baden Baden, en Alemania, o Bama Yao, en China, son algunas de las ciudades termales más conocidas del mundo. Todas tienen en común una cultura de termalismo que se extiende en el tiempo desde hace siglos, algunos incluso desde la época de los romanos, como en el caso de la ciudad inglesa. Pero ninguna tiene las características de Aogashima, una isla japonesa que es un lugar único en el mundo porque es, en su totalidad, un volcán.
Aogashima es una minúscula isla de apenas 1,5 kilómetros de diámetro situada unos 350 kilómetros al sur de Tokio, en pleno océano Pacífico. Toda la isla es un cráter volcánico llamado Ikenosawa, pero es que, además, en el centro de ese cráter se encuentra un volcán activo llamado Maruyama. Y lo más curioso de todo es que en esa isla volcánica hay un pueblo en el que viven 200 personas.
El volcán está activo, pero afortunadamente no ha entrado en erupción en los últimos dos siglos. Las últimas dos expulsiones de humo, ceniza y lava se remontan al siglo XVIII, concretamente en 1781 y 1785, y supusieron la muerte de la mitad de la población. Aquellas erupciones terminaron de conformar la topografía de la isla tal y como la conocemos hoy en día y que podría asemejarse a un huevo frito con enormes paredes en su contorno.
El pueblo se repobló unos 50 años después de la última erupción y hoy en día viven unas 200 personas allí. Solo tienen una oficina de correos, una tienda para todo el pueblo, dos bares, un colegio y un camping gratuito para los turistas que, con cuentagotas, llegan hasta allí. Pero llegar, llegan, y en parte lo hacen atraídos por las aguas termales que emanan del volcán</b.
Termalismo extremo en un volcán
La temperatura del suelo es tan alta que permite cocinar huevos fritos y boniatos en las zonas más cercanas al volcán… después de comprarlos en la única tienda de la isla. No es algo que hagan los vecinos de Aogashima en su día a día, pero sí que sirve como experiencia para los turistas que llegan hasta la isla. Y ese suelo tan caliente tiene otras ventajas, como las aguas termales que los habitantes de la isla pueden disfrutar todo el año.
Eso hace que una buena parte de los pocos turistas que hoy en día se aventuran a conocer este paraje único en el mundo lo hagan atraídos por esas aguas calentadas gracias a los vapores del volcán. Además, las aguas termales de la isla de Aogashima cuentan con una enorme variedad de minerales en su composición, por lo que se cree que tienen grandes beneficios.
Los pocos habitantes de la isla viven de ese escaso turismo y de la industria de la sal. Se produce en el borde exterior del cráter y se le atribuyen unas propiedades únicas debido a que utilizan el agua del mar. Los análisis de esa sal muestran unas cifras muy altas en minerales, fundamentalmente en calcio procedente de la corriente marina de Kuroshio. Es una sal muy preciada y supone unos fuertes ingresos para la isla.
Cómo llegar a Aogashima
Si después de conocer este rincón alejado del mundo te han entrado ganas de visitarlo, debes saber que no es fácil. La única manera de hacerlo es por medio de Hachijojima, una isla más grande que está situada unos 70 kilómetros al norte de Aogashima. Hachijojima tiene tanto aeropuerto como puerto de mar, por lo que tiene frecuencias por aire y agua con Tokio.
Si quieres llegar a Aogashima volando, tendrás que hacerlo por medio de un helicóptero que solo sale una vez al día y en un trayecto que dura 20 minutos. El precio ronda los 100 euros y es necesario hacer reserva previa. Si prefieres viajar por mar, hay un ferri que hace cada día el trayecto de ida y vuelta: la duración del viaje es de 2 horas y media en cada sentido, aunque las inclemencias del tiempo pueden obligar a suspender algún viaje… obligando al viajero a quedarse en la isla volcánica.
Aogashima es un lugar único, alejado de las luces de neón de Tokio y donde la naturaleza campa a sus anchas. Uno de esos lugares del mundo que aún no han sucumbido al turismo de masas y en el que disfrutar de unas aguas termales únicas en el mundo. ¿Te animas a conocerlo?