La contaminación es una de las mayores amenazas a las que se enfrenta el medio ambiente y que afecta tanto a los espacios naturales como a las ciudades y núcleos urbanos. Sin embargo, hay otro tipo de contaminación a la que tenemos que hacer frente cada día y a la que no se presta tanta atención, aunque se debería: porque la contaminación acústica existe y afecta directamente a la salud.
¿Qué es la contaminación acústica?
Para la Organización Mundial de la Salud (OMS), cualquier sonido superior a 65 decibelios (dB) es definido como ruido. De hecho, advierten que si ese sonido supera los 75 dB se vuelve dañino y si, además, es capaz de aumentar por encima de los 120 dB puede llegar a ser muy doloroso. Por eso, desde la organización de Naciones Unidas encargada de velar por los asuntos sanitarios se está prestando cada vez más importancia a la contaminación acústica.
De hecho, y según los datos de la propia OMS, la contaminación acústica es el segundo factor ambiental que más problemas en la salud provoca. Estas cifras solo están superadas por la contaminación atmosférica, aunque preocupa que los datos relacionados con el ruido son cada vez más preocupantes. La Agencia Europea de Medio Ambiente ha confirmado que, tan solo en Europa, más de 70.000 hospitalizaciones cada año están directamente provocadas por la contaminación acústica, solo en el Viejo Continente.
Y el problema no es menor, ya que se ha demostrado que la contaminación acústica está directamente relacionada con nuestra salud: los problemas auditivos son responsables de efectos negativos en la memoria o en la atención que prestamos, pero también nos afecta a nivel psicológico.
La contaminación acústica y nuestra salud
La Organización Mundial de la Salud recomienda mantenerse por debajo de ese umbral de seguridad que ha marcado en los 65 decibelios, aunque deja claro que la tasa ideal de ruido no debería superar los 30 dB. Y hay que tener cuidado, ya que la contaminación acústica, al contrario de lo que se podría creer, no solo tiene que ver con el ruido de los atascos de la gran ciudad o del que generan las grandes industrias. Lo podemos tener mucho más cerca sin darnos cuenta.
De hecho, existe contaminación acústica interior y exterior. Puede ser el que se produce en cualquier calle de una zona urbana, donde hay muchos coches concentrados, maquinaria de construcción, etc. Pero también se puede producir en el colegio, en un restaurante, en el interior de una vivienda o en una reunión de amigos. Por no hablar del ruido existente en discotecas y lugares de ocio donde nos enfrentamos a sonidos por encima de los 120 dB marcados como umbral máximo antes del dolor.
La ONU califica al ruido como un asesino silencioso y señala que los sonidos excesivamente altos “perjudican la salud y el bienestar de los ciudadanos, que padecen molestias crónicas y alteraciones del sueño. Estas molestias y alteraciones conducen a su vez a graves enfermedades cardíacas y trastornos metabólicos, como la diabetes, al tiempo que causan problemas auditivos y una peor salud mental”.
Incluso se atreve a proporcionar cifras relacionadas directamente con la contaminación acústica. Según la OMS, más de 50.000 personas que han sufrido un infarto en el último año tiene que ver directamente con el ruido; mientras que se estima que unas 250.000 personas con problemas cardiovasculares han visto cómo su enfermedad empeoraba por la misma razón.
Cómo solucionar el exceso de ruido
Todas las personas pueden rebajar el nivel de ruido al que están sometidas a diario, aunque para ello haya que hacer un análisis de cuáles son los riesgos. Por ejemplo, en empleos muy ruidosos como los relacionados con la construcción o las obras públicas, es fundamental contar con protectores que aíslen los oídos de los trabajadores para que no sufran en exceso.
También se pone el foco en la utilización de materiales que aíslen acústicamente las viviendas de nueva construcción, haciendo que el ruido exterior no traspase las ventanas, sobre todo en el centro de las ciudades y lugares muy concurridos. Pero la OMS también menciona explícitamente a los jóvenes de los problemas que podrían tener en el futuro por culpa del exceso de ruido.
Según la Organización Mundial de la Salud, “la exposición a sonidos fuertes provoca pérdida temporal de la audición o tinnitus. Ahora bien, la exposición prolongada o repetida puede dar lugar a daños auditivos permanentes, que desembocan en una pérdida irreversible de la audición”.
Por eso, establece una serie de consejos que pueden ayudar a los jóvenes a proteger su audición. Por un lado, manteniendo el volumen bajo en sus dispositivos de audio y usando auriculares con la función de cancelación de ruido; por otro, utilizando tapones para los oídos en lugares ruidosos y efectuando con regularidad reconocimientos de la audición.
La contaminación acústica es un grave problema al que nos enfrentamos a diario y que afecta directamente a la salud. Rebajar el nivel de ruido es fundamental si queremos llevar una vida más saludable y reducir los riesgos de una posible pérdida auditiva.