Si hay una palabra que defina al siglo actual y, especialmente al mundo occidental, esa es el estrés. Y es que la gran mayoría de la población ha pasado en algún momento de su vida por un momento estresante. En algunos casos es puntual pero, en otros, se prolonga en el tiempo y se acrecienta convirtiéndose en un problema que puede llegar a afectar seriamente a la salud. En este post analizamos por qué aparece el estrés, sus consecuencias y cómo aprender a controlarlo.
¿Qué es el estrés?
Se puede definir el estrés como la forma con la que el cerebro y el cuerpo responde a una sobrecarga o situación que se sale de la cotidianidad. Por eso, su grado y afectación depende tanto de la demanda como de cada persona, ya que no todo el mundo cuenta con los mismos recursos emocionales para afrontar y gestionar un mismo contratiempo.
El estrés no es siempre negativo, también existe el “estrés bueno”. Se daría cuando, ante una situación de peligro o excepcionalidad, somos capaces de interpretar las señales que nos lanza el cuerpo y el cerebro -por ejemplo: respiración y pulso acelerado- para reaccionar y adoptar medidas que mitiguen esa situación. Sería un estímulo y/o respuesta para prepararse y afrontar momentos excepcionales. Por eso, bien gestionado puede favorecer a aumentar la autoestima al ser capaz de superar miedos y nuevos retos. El problema surge cuando nos vemos superados, afectando a nuestro bienestar físico y psicológico y nuestra vida en general.
¿Por qué aparece el estrés?
Las causas que pueden producir el estrés son muy variables ya que, como hemos dicho, una misma situación a priori estresante puede afectar de forma muy diferente a dos personas. Aún así, podemos diferenciar tres grandes causas del estrés:
- Catástrofes naturales y accidentes: un huracán, el incendio de la vivienda habitual, un accidente de coche… pueden provocar un estrés traumático derivado de la situación extrema que eso supone. Los casos más graves serían en caso de guerra o una catástrofe natural extrema, como un tsunami.
- Cambios repentinos en nuestra vida: la pérdida de trabajo, un divorcio, el nacimiento del primer hijo o la muerte de un familiar son situaciones excepcionales que, sin una gestión emocional adecuada, pueden derivar en estrés.
- La rutina: afrontar el día a día no siempre es fácil por presiones y sobrecarga en el trabajo, compatibilizar la vida laboral con la personal, problemas con la pareja, los hijos...
Síntomas y consecuencias del estrés
El estrés tiene consecuencias para nuestro cuerpo a nivel físico, emocional y psicológico. Si se prolonga en el tiempo sus consecuencias pueden ser realmente graves, incapacitando a quienes lo padece a afrontar actividades simples del día a día.
Los síntomas más habituales son:
- Dolor de cabeza: uno de los síntomas más habituales. Suelen ser habituales y de forma intensa, como migrañas.
- Dificultad para concentrarse: incluso para realizar actividades cotidianas y sencillas. A ello se suma la falta de memoria y el olvido de cosas que sucedieron hace poco o fechas señaladas.
- Nerviosismo: sensación de angustia e inestabilidad que se traduce en cambios de humor constantes e irritabilidad. Además, hay un miedo o preocupación desproporcionada a cosas y/o situaciones comunes e incapacidad para tomar decisiones.
- Problemas de salud mental: los casos más graves derivan en depresión y/o ansiedad.
- Pérdida o aumento de peso: el estrés suele provocar atracones de comida o, justo lo contrario, lo que deriva en aumentos de peso o pérdidas de kilos en muy poco tiempo.
- Insomnio: dificultad para conciliar el sueño o despertares continuos.
- Cansancio habitual: relacionado con los síntomas habituales. Si uno duerme y se alimenta mal se incrementará el cansancio y la desgana.
- Dolores musculares: la tensión se suele acumular en determinadas zonas, como el cuello y las cervicales.
- Problemas estomacales: dolor intenso de estómago, vómitos, estreñimiento, diarrea…
- Problemas sexuales: ausencia de deseo sexual, disfunciones...
Cómo controlar el estrés
Aprender a controlar el estrés requiere de entrenamiento. Lo ideal es contar con los recursos necesarios antes de que se produzcan las situaciones estresantes. Por eso, la gestión de emociones -como la rabia o la frustración- es básica, además de ser capaces de detectarlo para anticiparse y evitar que se agrave.
Una mayor confianza en uno mismo siempre será de utilidad para saber afrontar contratiempos. Para controlar el estrés habría que diferenciar, por lo tanto, entre las prácticas aconsejables antes de que se produzca y las recomendables cuando ya lo estamos sufriendo.
Prácticas para anticiparse al estrés
- Llevar un dieta equilibrada y saludable.
- Practicar actividad física con regularidad.
- Evitar el consumo de bebidas excitantes, así como el consumo de drogas.
- Ser conscientes y asumir que no podemos controlar todo.
- Ver los cambios como una oportunidad y no un problema.
- Aprender a poner límites y saber decir “no”, sobre todo en cuestiones laborales y de familia.
Consejos cuando se sufre estrés
- Reconocer el estrés e identificar la causa del mismo. No asumir la situación y dejar que pase el tiempo, pensando que se solucionará sola, la agravará aún más. De hecho, puede derivar en un estrés crónico.
- Pedir ayuda y asesoramiento de profesionales. Relacionado con la cuestión anterior. Dependiendo de la gravedad habrá que ir al médico de Atención Primaria, un psicólogo o un psiquiatra.
- Fijar prioridades.
- Disfrutar de los momentos buenos de la vida y darse cuenta que la felicidad también está en las pequeñas cosas del día a día.
- Practicar técnicas o actividades de relajación, como pilates o yoga.
- Aprender a gestionar y asumir que en la vida hay imprevistos y situaciones inesperadas.
- Realizar una actividad física con regularidad.
- Buscar alguna actividad que ayude a reconectar y relajarse, como leer, escuchar música, poner en marcha un mini-huerto, iniciar una colección... así como hacer de vez en cuando cosas diferentes o para uno mismo, como ir de viaje, darse un masaje o cambiar de look.
Las situaciones inesperadas y los contratiempos forman parte de nuestro día a día. Por eso, lo importante es aprender a asumir que no podemos controlarlo todo, saber delegar y pedir ayuda cuando sea necesario.