Es posible que durante estos meses de confinamiento hayas comido más de lo normal. Las largas horas en casa nos han llevado a sentirnos más aburridos que de costumbre ya que nuestra rutina de día a día se ha visto cortada de repente. Es probable también que hayas dedicado parte de tu tiempo a cocinar; quizá porque antes de esta pandemia no tenías el tiempo necesario para estar entre fogones. Incluso puede ser que hayas comido sin hambre, simple y llanamente por aburrimiento o por ansiedad. ¡Es normal! Si te reconoces en algunas de estas situaciones, sigue leyendo y descubre qué es el hambre emocional y cómo nos afecta.
Sentir hambre o tener hambre
Sentir hambre no es lo mismo que tener hambre. Tenemos hambre cuando nuestro cuerpo demanda alimentos y por eso realizamos una rutina en la que desayuno comida y cena (intercalándolos con pequeños tentempiés a media mañana y media tarde) es fundamental para nuestro desarrollo físico. Sentir hambre es completamente emocional; por eso podemos sentir hambre justo después de comer o en horas en las que no deberíamos sentirlas.
¿Cómo saber cuándo es hambre emocional? El hambre emocional se manifiesta así.
- Demanda alimentos hipercalóricos. Probablemente nos apetezca chocolate, dulces, chucherías… no se da el caso que nos apetezca un buen bol de lechuga.
- Aparece de repente. Mientras que el hambre físico aparece paulatinamente, el hambre emocional lo hace de un momento a otro, generándonos la necesidad de comer en ese mismo momento.
- No nos satisface. Cuando comemos mucho sabemos que estamos llenos, acaso que lo que sintamos sea hambre emocional. Non tendremos esa sensación de satisfacción, sino culpa o remordimiento por haber comido demasiado.
Hambre emocional: un cambio de paradigma
Desde que nacemos establecemos una relación con la comida y, a medida que dejamos de ser bebés podemos establecer una relación emocional con los alimentos. Siempre recordaremos con satisfacción un pastel de cumpleaños y tendremos la sensación de que sabe mejor que si comes ese mismo pastel cualquier otro día. Cuando estamos inmersos en una depresión o padecemos estrés o ansiedad, podemos utilizar la comida para satisfacer esas emociones. Es en ese momento en el que tenemos hambre emocional. Tenemos la sensación que los problemas son menos después de un buen trozo de bizcocho. Pero lo malo del hambre emocional es que, tras ese pastel, los problemas siguen ahí y podemos utilizar la comida para aplacar las emociones. Por eso podemos llegar a comer sin sentido y a horas que ni siquiera nos plantearíamos encontrándonos bien. Estamos hablando de hambre emocional.
Claves para superar el hambre emocional
Comer emocionalmente es un hábito que se va creando poco a poco y que se instala en nuestra vida sin que nos demos cuenta. Comemos por aburrimiento, porque estamos viendo la televisión, porque sentimos tristeza, ansiedad, miedo… ¿Qué podemos hacer para evitarlo?
- Beber agua antes de comer. Nos dará una sensación de saciedad. Pues consumir tés a lo largo del día o infusiones relajantes.
- Comer tranquilo. Que comer sea más que un trámite. A la hora de las comidas pon la mesa (aunque estés tu solo) y disfruta de aquello que vas a comer. Hazlo en silencio y sin estímulos como ordenadores, móviles o televisión. Es un modo de comer sintiendo y saboreando aquello que comes. Eso ayudará a reducir tu ansiedad.
- Hacer deporte. Seguir una rutina de deporte, ya sea en casa o en la calle, es fundamental. No solo porque te distraes, sino porque al hacer ejercicio tu organismo libera endorfinas, que es la hormona de la felicidad.
- Planificar un menú. Incluye, si te hace falta, los tentempiés de media mañana y tarde. Haz un menú y cíñete a él. Te darás cuenta que si lo sigues a rajatabla, todo lo que sientas después no será hambre.
Y, fundamentalmente, no te sientas decepcionado<. Es normal que estos días hayas estado con un ánimo más bajo. ¡La situación era, y todavía sigue siendo, insólita para nosotros! simplemente trata de cambiar tus hábitos y recuperar el equilibrio emocional poco a poco.