Tras el parón provocado por la pandemia y el cierre de muchas fronteras, el turismo masivo ha vuelto a poner en jaque a muchos países. El dinero que mueve supone un importante balón de oxígeno económico. Sin embargo, con su terrible voracidad, también ahoga ecológica y socialmente. Por eso, cada vez se defiende más otra manera de viajar: el “turismo regenerativo”.
Poco antes de empezar la pandemia, un hashtag recorría las redes sociales: #overtourism. Se denunciaba el turismo que devastaba regiones, las masas de veraneantes que acababan con la fauna, la flora y con los habitantes de una zona.
El turismo en masa descontrolado se extiende por todo el globo terráqueo. En 2030 se calcula que ya no habrá ningún habitante autóctono en el centro de Venecia: cada crucero que llega contamina igual que 14.000 automóviles ¡y al año llegan más de 1.300 cruceros y 700 ferris! En Dubrovnik, Croacia, “tocan” a casi 14 visitantes por cada vecino de la ciudad.
No solo están despojando a los pobladores de sus ciudades. La isla de Komodo, en Indonesia, tuvo que cerrar sus fronteras porque se estaba exterminando a sus míticos dragones (el lagarto vivo más grande del mundo) y Australia pondrá cupo a los submarinistas ante el retroceso de su barrera de coral.
Por no hablar de la suciedad que se acumula en playas o senderos. En el mismísimo Machu Picchu se recogen 14 toneladas de basura al día o en el Everest hay un problema de salubridad y deben eliminar cada año más de 11.000 kilos de excremento humano.
Según un estudio publicado en Nature en 2018, el turismo global es el responsable del 8% de las emisiones de gases del efecto invernadero: el 70% corresponde al transporte, pero hay un 30% restante que procede del consumo de productos y servicios, sobre todo de alimentación, alojamiento y compras. Este impacto crecerá hasta el 40% en 2025 si no se cambian las políticas y los hábitos.
Turismo regenerativo: ¿conocer mundo sin destruir el planeta?
La solución es el denominado “turismo regenerativo”: bajo esta etiqueta se defiende una forma sostenible de viajar y, sobre todo, de conocer otros lugares fuera del foco del gran turismo. Los visitantes pueden llegar a tener un impacto positivo cada vez que van de viaje. No solo nos referimos a “no dañar” las zonas que visitamos, sino de reactivar su entorno.
Podemos ayudar a mejorar su medio ambiente y a reforzar la economía local. Hay agencias de viajes que empiezan a calcular la huella de carbono de nuestros desplazamientos y hacer planes de ocio que ayuden a compensarlas. Por ejemplo, en vez de recurrir a un alojamiento sin ningún registro, puedes optar por hoteles con certificado Eco. Y, una vez allí, hacer un uso responsable.
Es amoral que, como no lo pagamos, dejemos las luces encendidas, llenemos la bañera o hagamos que nos laven todos los días las toallas. De hecho, se calcula que una persona gasta en un hotel el doble de agua que en su casa.
Un simple gesto como llevar una bolsa e ir limpiando la playa o el pinar que recorres puede marcar la diferencia. También puedes colaborar con proyectos locales que requieran ayuda a los turistas.
Un negocio rentable y sostenible
Las diferentes administraciones empiezan a darse cuenta que este tipo de turismo es rentable. De hecho, hay estadísticas que indican que 7 de cada 10 turistas estarían dispuestos a pagar un poco más por viajes sostenibles.
El turismo regenerativo va más allá de implantar tasas a los visitantes. Por ejemplo, Francia, que es el principal destino turístico mundial, ha reforzado las infraestructuras para conseguir más viajes sostenibles: cuenta con 19.000 kilómetros de rutas ciclistas (sobre todo por el Valle del Loira), 27.000 kilómetros de vías navegables y 1.500 establecimientos denominados “verdes”.
Además, los distintos países pueden enfocar el turismo hacia nuevas zonas, lugares olvidados de los grandes tours que pueden beneficiarse del impulso económico de este sector y así conseguir anheladas mejoras. De hecho, hay regiones como Nueva Zelanda o Hawái donde los gobernantes evalúan el éxito turístico en relación a la felicidad de las comunidades anfitrionas.
Se recomienda que parte de la experiencia turística tenga relación con actividades de cuidado, como limpieza o rescate de algún componente del ecosistema visitado.
También es una responsabilidad personal
No se trata de no viajar, sino de hacerlo con conciencia. Por ejemplo, apostando por el consumo responsable, en comercios locales y de productos denominados de “comercio justo”. Evitar lugares excesivamente turísticos o mitigar las aglomeraciones.
Respeta la naturaleza y las tradiciones. Por supuesto, cuida el patrimonio histórico. No es la primera vez que se detiene a turistas por grabar sus iniciales en monumentos tan emblemáticos como el Coliseo romano o por darse un chapuzón en los canales de Venecia.
Recuerda que la sostenibilidad del turismo es una tarea compartida: nuestra responsabilidad como viajeros también puede ayudarnos a que disfrutemos del mundo, sin exprimirlo.