Cada 11 de abril se celebra el Día Mundial del Parkinson para conmemorar el nacimiento de James Parkinson, el neurólogo británico que descubrió esta enfermedad en el año 1817. Llamada entonces «parálisis agitante» y ahora Parkinson, se trata de una dolencia degenerativa producida por la muerte de neuronas de la sustancia negra, que produce la dopamina, un neurotransmisor importante que interviene en el correcto control de los movimientos. Cuando la dopamina se reduce de modo importante, se altera la información en el circuito de los ganglios basales, lo que se traduce en temblor, rigidez o inestabilidad postural.
El párkinson es una enfermedad crónica que se manifiesta y evoluciona de manera distinta en cada persona. Afecta tanto a hombres como a mujeres, más del 70% de los diagnosticados mayores de 65 años. Eso no implica que el párkinson sea una enfermedad exclusiva de personas mayores.
Actualmente, se desconoce la causa de la enfermedad lo que impide su prevención. Sin embargo, sí que se puede prestar atención a una serie de síntomas que pueden facilitar su detección precoz.
La aparición de temblores en situaciones en las que son infrecuentes, pérdida de olfato, dificultades para caminar y tropiezos frecuentes, problemas con el sueño, voz más baja y ronquera, mareos y desmayos, encorvamiento de espalda o falta de expresión facial son algunos de los signos de alerta temprana del párkinson.
Síntomas más comunes del Parkinson
Aunque cada persona es un mundo y la enfermedad se desarrolla de diferente manera, estos son algunos de los síntomas más comunes:
- Temblor en reposo: el temblor se produce cuando el miembro se encuentra en reposo y disminuye al realizar algún movimiento voluntario.
- Rigidez muscular: la rigidez es una resistencia en los músculos que dificulta el movimiento y puede causar dolor.
- Bradicinesia: este síntoma se refiere a la lentitud de movimientos que se produce en la enfermedad de Parkinson. Las tareas simples pueden llevar más tiempo de lo normal.
- Problemas de equilibrio y coordinación: los pacientes con Parkinson pueden tener dificultades para caminar o realizar actividades que requieren coordinación, como levantarse de una silla o subir escaleras.
- Pérdida de la expresión facial: el Parkinson puede causar una disminución de la expresividad facial, lo que hace que la persona parezca inexpresiva o con falta de emociones.
- Cambios en la escritura: la letra puede volverse más pequeña y difícil de leer. Además, la escritura puede volverse más lenta y torpe.
- Problemas de sueño: el Parkinson puede causar trastornos del sueño, como insomnio o somnolencia diurna excesiva.
- Depresión y ansiedad: los pacientes con Parkinson pueden experimentar depresión, ansiedad o cambios de humor.
- Problemas de habla: el habla puede volverse lenta, monótona o difícil de entender debido a la falta de movimiento facial y la rigidez muscular.
- Problemas gastrointestinales: el estreñimiento y otros problemas gastrointestinales son comunes en los pacientes con Parkinson.
Acción de las aguas termales
Los beneficios de la balneoterapia y la hidroterapia en la enfermedad de Parkinson es una realidad recogida en diferentes estudios. Tratamientos fisioterapéuticos, terapias de rehabilitación o actividades psicomotrices y psicoterapéuticas, junto con las características químicas y físicas de las aguas termales, son muy recomendables para los pacientes de esta dolencia.
Como en cualquier otra dolencia, lo primero que debemos aclarar es que los tratamientos termales aplicados en personas con párkinson se utilizan como terapias complementarias sin sustituir a los tratamientos farmacológicos.
La balneoterapia contribuye especialmente en la capacidad funcional y en la repercusión psíquica de la enfermedad. Todo esto se traduce en una mayor calidad de vida para el paciente.
Estos son algunos de los beneficios que la balneoterapia puede aportar a los pacientes con Parkinson:
- Reducción del dolor y la rigidez muscular: el agua termal tiene una temperatura superior a la del cuerpo humano, lo que ayuda a relajar la musculatura y a disminuir el dolor y la rigidez muscular, síntomas muy comunes en el Parkinson.
- Mejora del equilibrio y la coordinación: en el agua, la sensación de gravedad disminuye y esto permite que el paciente tenga una mayor sensación de seguridad y equilibrio. Además, la resistencia del agua puede ayudar a mejorar la coordinación y la capacidad de movimiento.
- Estimulación de la circulación sanguínea y linfática: la presión hidrostática del agua y su temperatura pueden ayudar a mejorar la circulación sanguínea y linfática, lo que favorece la eliminación de toxinas y el transporte de nutrientes a los tejidos.
- Reducción de la ansiedad y el estrés: el agua termal tiene un efecto relajante sobre el cuerpo y la mente, lo que puede ayudar a reducir la ansiedad y el estrés en los pacientes con Parkinson.
- Estimulación del sistema nervioso: el agua termal contiene minerales que pueden estimular el sistema nervioso y mejorar la función cerebral, lo que puede ser beneficioso para los pacientes con Parkinson.
- Mejora de la calidad de vida: la balneoterapia puede ayudar a mejorar la calidad de vida de los pacientes con Parkinson al aliviar algunos de sus síntomas y mejorar su estado de ánimo y bienestar emocional.
Baños de inmersión, gimnasia en piscina en combinación con técnicas inhalatorias y duchas de chorros se señalan en diferentes estudios como tratamientos que favorecen el bienestar de los pacientes de párkinson. En el aspecto físico, las cualidades mecánicas del agua permiten trabajar los aspectos de movilidad y rehabilitación. Además, el entorno relajante, pero a la vez interactivo de las estancias en balnearios y sus tratamientos permiten mejorar el estado de ánimo de los pacientes y luchar contra la ansiedad que puede producir la enfermedad.
En nuestros balnearios de Caldaria, en Laias, Arnoia y Lobios, se pueden encontrar diversos tratamientos y programas de balneario que pueden ser una buena ayuda complementaria para pacientes de Parkinson.
